¿Cómo puede uno apearse de la conciencia de hechos y derechos por mor de una ideología?
Admiraba a aquellos de mis allegados que tenían la capacidad de unirse a un partido de manera activa con lo que podía suponer de renuncia al propio pensamiento. ¿Cobardía? ¿Inseguridad? Nunca lo sentí como un valor personal, pero...
Refrendaba mi criterio el ver como personas a las que apreciaba como honestas eran rechazadas por uno u otro apoyándose en su rebeldía. Veía profesionales admirables dejados de lado por el partido( no consigo escribirlo con mayúscula) basándose en su menor fidelidad que eficacia. Recuerdo la regañina a un concejal de la oposición por haberse puesto de acuerdo con el correspondiente en el poder y haber votado una moción buena para el pueblo.
Y así me encuentro en edad avanzada sin compromiso político.¿Es lo mejor? No lo sé. En esto como en tantas cosas no estoy seguro.
En modo alguno quiero decir que me arrepienta de mis actuaciones anteriores. No era hombre de partido. Creo en la eficacia por encima de la fidelidad a cualquier idea. En la importancia de actuar según mi conciencia. Y en el derecho a no comulgar con ruedas de molino aunque estén benditas. Por otro lado mi calidad de educador me obligaba, o eso creía yo, a mantener mi ecuanimidad para permitir que mis alumnos se educaran en la mayor libertad posible
Ahora, a mis setenta y cinco años se me plantea algo nuevo. Dada la situación del país, la generalización de la corrupción, el anquilosamiento de la clase política y la decadencia general de valores con que nos encontramos. ¿Ha llegado el momento de buscar un grupo político al que vincularse? No digo yo como militante, más bien como apoyo, colaborador o lo que sea preciso. Activista vergonzante diría.
El problema es encontrar el dónde. Desde luego no en uno de los dos partidos mayoritarios. Me consta que en ambos la fidelidad es lo primero. Esos bloques monolíticos no hacen sino deteriorar más el ya delicado estado del Estado. Y los otros aún no tengo clara la eficacia de alguno, incluso con una larga historia. Si la tengo de la inutilidad de los grupúsculos cuyas intenciones no están definidas. Y sigo buscando a quien servir dignamente. Porque lo que tengo claro es que hay que intentar que los de ahora no vuelvan NUNCA MÁS.
Es posible que a estas alturas ya no le sirva a nadie.
¿Que le vamos a hacer?
Añado un cuento más por si tenéis a bien echarle una ojeada. Es de "Cosas de La Hueta". Pequeñas narraciones vistas con los ojos de mi hija de ocho años. Sea también homenaje póstumo a Paula que tanto amaba La Hueta.
LA ERA
Ya os he hablado de la era. Pero no os he contado lo que era la era.(Me encanta ese juego de palabras. ¿Verdad que es divertido?) Bueno, lo que es la era.
Casi siempre, las tres de La Hueta son así, las eras tienen forma redonda. Están en sitios donde corre el aire casi siempre. Son unas explanadas bastante lisas cubiertas de piedras no muy grandes. En el centro tiene una parte dura, piedra o algo parecido, con un agujero en el medio. En la que está delante de casa , que debe ser más moderna, en vez de piedra hay un pegote de cemento muy gordo con su agujero que ahora esta lleno de tierra. Dicen que es para poner el palo alrededor del cual se movía el trillo. ¿Y eso qué es? No os impacientéis, todo se contará.
El suelo de la era está lleno de piedras incrustadas formando dibujos, como si fueran rayos saliendo de la piedra central. En algunas, la de La Hueta Alta por ejemplo, las piedras parecen colocadas al tun tun. En otras, la nuestra y la de las brujas, hay unos dibujos hechos con piedras diferentes. Parece que en estas últimas se entretuvieron un poco más al hacerlas. El final del círculo, lo que sería la circunferencia del borde, está un poco realzado con piedras alargadas en fila. Todo eso estaba preparado para la trilla. Ahora veréis.
Hace mucho tiempo; antes de nacer yo, mucho antes; cuando se cortaba el trigo maduro, lo que se llama segar, con hoz o con guadaña, ¡también os lo explicaré!; el grano y la paja estaban juntos. Bueno, ahora también ocurre así, pero como todo se hace con máquinas no se entera uno. Son las espigas. Seguro que las habéis visto. Mucha gente las usa hasta para adornar los jarrones. Las hay de trigo, de cebada, de centeno y de muchos otros granos. Les llaman cereales. Con ellos se hacía, y se hace, la harina para el pan, los pasteles y todo eso.
Para hacer la harina había que separar la paja y luego moler el grano solo. Ahora todo se hace con segadoras, gavilladoras y separadoras. Cuando te quieres dar cuenta ya está todo hecho. Entonces no.
Lo contaré paso a paso. A mí me lo explicó mi padre y no me enteré mucho, pero luego, cuando se lo pregunté a Tomás el de Benita se me aclaró todo. Voy a intentar contároslo como él. No sé si lo lograré
Es que Tomás cuando lo cuenta pone una voz muy suave y se le va la vista al cielo. Parece como si lo estuviera viendo. A mí me parece que hasta se emociona recordándolo. Ahora ya tiene ochenta años o así y es muy viejecito, pero, cuando habla de esos tiempos, parece rejuvenecer. Me estaría sentada horas y horas escuchándole.
A lo que vamos. Lo primero era segar.
Cuando las mieses, el trigo ya crecido, estaban maduras, las espigas doraditas y cargadas de grano, las segaban con una cuchilla curva, la hoz o con una muy ancha y larga sujeta a un palo largo, la guadaña. La primera la habréis visto en la antigua bandera de Rusia con un martillo dentro. La otra es la que lleva la muerte en los cuadros antiguos. Seguro que las habéis visto en museos o en libros. Hasta en la tele.
Luego hacían haces, manojos de espigas. Las espigas del trigo en haces, se llevaban a la era y las extendían por el suelo. Después, con una cosa que llaman trillo pasaban dando vueltas por encima del trigo y el grano se separaba y hasta se le desprendía la cascarilla.
El trillo es como un trineo. Una placa grande de madera con ruedas chiquititas a los lados y piedras puntiagudas saliéndole por abajo. Hoy día se usan como adorno los que quedan. Mi padre dice que un amigo suyo tiene una mesa hecha con un trillo. Mamá se consiguió uno viejo y lo hemos subido a las cámaras para hacer una mesa también cuando mi padre le ponga las ruedecillas y las piedras que le faltan.
En la era una caballería tiraba de él. Podía ser un burro, una mula o un caballo. El animal estaba sujeto por una cuerda al palo del centro de la era. Así, cuando andaba, no podía hacer otra cosa que dar vueltas. Una persona que no pesara mucho se sentaba en el trillo y dirigía al animal con unas riendas largas. El trillo que arrastraba, pasaba una y otra vez por encima de las espigas. Los campesinos movían estas para que las pillara.
Al pasar aquello sobre las espigas, los granos de trigo se iban separando de la paja. Luego con unos palos largos, los “bieldos”, que terminaban en varias puntas, retiraban la paja y la amontonaban en los pajares para dársela de comida a las bestias( burros, mulas y caballos) en el invierno.
Mi padre dice que se llama era porque viene de aérea, o sea que está al aire, y la gente lo ha simplificado. Supongo que debe ser así porque a mi padre le gustan mucho las palabras antiguas y buscar de donde vienen las modernas.
Según me ha contado Benita, la mujer de Tomás, cuando llegaba la época de trillar, todos se reunían para hacerlo lo más deprisa posible por si llovía. Y también porque era una fiesta y se quedaban toda la noche durmiendo al raso. De hecho, además de las dos eras, la de arriba y la de abajo, tenían la de las brujas y otra más por debajo. A veces había que darse prisa y utilizarlas todas algunas veces.
Si llovía era un desastre porque se les mojaba la "parva", o sea el trigo extendido por la era, y se les pudría y aquello era una ruina. Eso dice Benita aunque no se si a ella se le mojó alguna vez la parva. Tampoco me he atrevido a preguntárselo.
Cuando toda la parva ; ¿a que me sale muy natural?; estaba bien trillada, entonces lo "aventaban". Con los bieldos, también les llaman horquillas, echaban al aire lo que había quedado en el suelo. El grano junto con las pajas finitas y parte de la cáscara. Como ya os he dicho en la era siempre corre un poco de brisa. La paja, que pesa menos, se la llevaba el aire. El grano, de donde se saca la harina, al pesar más, iba cayendo en montón. Luego, cuando ya estaba limpio, sin pajitas ni cáscarillas, se medía con el “celemín” o con la “arroba”, unas cajas de distinto tamaño. El celemín más pequeño. Luego se metía en sacos para guardar o para llevar al molino y que lo hicieran harina. ¿Os he contado que unos dos kilómetros más abajo, por el camino de Siles está el que llaman “de los moros”. Ya os diré como es por dentro otro día.
Me puse a imaginar la trilla, me encanta eso de pensar en escenas como si las estuviera viendo. Me empezó a picar todo el cuerpo. Y es que cuando me pongo a imaginar no dejo detalle. Porque, ese polvillo fino, esas pajitas, esas cascarillas, se quedarían flotando en el aire. Como la gente estaría sudando, seguro, algo se les pegaría a la piel. Al cabo de un rato seguro que se les habría metido entre la ropa y... ¿No os da picor? Es que los antiguos eran muy resistentes y tenían más aguante que nosotros.
No me acabo yo de explicar, con todo el trabajazo que todo eso debía ser, cómo todos cuando lo cuentan, lo hacen como si fuera algo muy divertido.
A lo mejor eran más pequeños y ellos no tenían que hacer nada de eso, solo divertirse.
Pero Tomás y Benita eran ya mayores y cuentan lo bien que lo pasaban.
Yo me imagino a pleno sol de agosto aventando la parva en la era; ¿a que suena bonito?; con el sudor y el polvillo que se metería por todo el cuerpo. De verdad, no entiendo como podía gustarles.
Cuando lo comenté con mis padres, me explicaron que la trilla era el final de los trabajos de verano. Como la recogida de la cosecha. Desde la antigüedad las personas han celebrado con bailes y comidas esos días en todo el mundo. Además el ambiente que se creaba era de mucha alegría y los mozos y las mozas tenían más ocasiones para estar todos juntos. De no ser en esa ocasión ellos y ellas estaban separados. Hasta en la escuela, donde la había.
De todos modos yo sigo sin comprender lo divertido de la trilla para los mayores. Entiendo que les divirtiera a los pequeños, porque los dejaban montar en los trillos para dar vueltas por la era.
Y aún así ¡Con este calorazo y a pleno sol!
Os preguntaréis qué sé yo de todas esas herramientas. Veréis. Pauli, la madre de Almoraima, tiene la casa que parece un museo. Está llena de cachivaches que se usaban antiguamente para las cosas del campo. Los tiene por todas partes, paredes, suelos. Hasta en el cuarto de baño. Y lo mejor es que, aunque ella es más joven y no los ha usado nunca, se sabe los nombres de todos y hasta para lo que servían.
Cuando oímos una palabra de esas, el nombre de una herramienta o de una tarea, le preguntamos a Manuel, el de Herminia, o a Tomás el de Benita. Luego vamos a ver si en casa de Almoraima hay algo de eso. Casi siempre lo hay.
No podéis imaginaros la cantidad de cosas sobre el campo que estamos aprendiendo.
Mamá dice que esto es una escuela viva
Cuando las mieses, el trigo ya crecido, estaban maduras, las espigas doraditas y cargadas de grano, las segaban con una cuchilla curva, la hoz o con una muy ancha y larga sujeta a un palo largo, la guadaña. La primera la habréis visto en la antigua bandera de Rusia con un martillo dentro. La otra es la que lleva la muerte en los cuadros antiguos. Seguro que las habéis visto en museos o en libros. Hasta en la tele.
Luego hacían haces, manojos de espigas. Las espigas del trigo en haces, se llevaban a la era y las extendían por el suelo. Después, con una cosa que llaman trillo pasaban dando vueltas por encima del trigo y el grano se separaba y hasta se le desprendía la cascarilla.
El trillo es como un trineo. Una placa grande de madera con ruedas chiquititas a los lados y piedras puntiagudas saliéndole por abajo. Hoy día se usan como adorno los que quedan. Mi padre dice que un amigo suyo tiene una mesa hecha con un trillo. Mamá se consiguió uno viejo y lo hemos subido a las cámaras para hacer una mesa también cuando mi padre le ponga las ruedecillas y las piedras que le faltan.
En la era una caballería tiraba de él. Podía ser un burro, una mula o un caballo. El animal estaba sujeto por una cuerda al palo del centro de la era. Así, cuando andaba, no podía hacer otra cosa que dar vueltas. Una persona que no pesara mucho se sentaba en el trillo y dirigía al animal con unas riendas largas. El trillo que arrastraba, pasaba una y otra vez por encima de las espigas. Los campesinos movían estas para que las pillara.
Al pasar aquello sobre las espigas, los granos de trigo se iban separando de la paja. Luego con unos palos largos, los “bieldos”, que terminaban en varias puntas, retiraban la paja y la amontonaban en los pajares para dársela de comida a las bestias( burros, mulas y caballos) en el invierno.
Mi padre dice que se llama era porque viene de aérea, o sea que está al aire, y la gente lo ha simplificado. Supongo que debe ser así porque a mi padre le gustan mucho las palabras antiguas y buscar de donde vienen las modernas.
Según me ha contado Benita, la mujer de Tomás, cuando llegaba la época de trillar, todos se reunían para hacerlo lo más deprisa posible por si llovía. Y también porque era una fiesta y se quedaban toda la noche durmiendo al raso. De hecho, además de las dos eras, la de arriba y la de abajo, tenían la de las brujas y otra más por debajo. A veces había que darse prisa y utilizarlas todas algunas veces.
Si llovía era un desastre porque se les mojaba la "parva", o sea el trigo extendido por la era, y se les pudría y aquello era una ruina. Eso dice Benita aunque no se si a ella se le mojó alguna vez la parva. Tampoco me he atrevido a preguntárselo.
Cuando toda la parva ; ¿a que me sale muy natural?; estaba bien trillada, entonces lo "aventaban". Con los bieldos, también les llaman horquillas, echaban al aire lo que había quedado en el suelo. El grano junto con las pajas finitas y parte de la cáscara. Como ya os he dicho en la era siempre corre un poco de brisa. La paja, que pesa menos, se la llevaba el aire. El grano, de donde se saca la harina, al pesar más, iba cayendo en montón. Luego, cuando ya estaba limpio, sin pajitas ni cáscarillas, se medía con el “celemín” o con la “arroba”, unas cajas de distinto tamaño. El celemín más pequeño. Luego se metía en sacos para guardar o para llevar al molino y que lo hicieran harina. ¿Os he contado que unos dos kilómetros más abajo, por el camino de Siles está el que llaman “de los moros”. Ya os diré como es por dentro otro día.
Me puse a imaginar la trilla, me encanta eso de pensar en escenas como si las estuviera viendo. Me empezó a picar todo el cuerpo. Y es que cuando me pongo a imaginar no dejo detalle. Porque, ese polvillo fino, esas pajitas, esas cascarillas, se quedarían flotando en el aire. Como la gente estaría sudando, seguro, algo se les pegaría a la piel. Al cabo de un rato seguro que se les habría metido entre la ropa y... ¿No os da picor? Es que los antiguos eran muy resistentes y tenían más aguante que nosotros.
No me acabo yo de explicar, con todo el trabajazo que todo eso debía ser, cómo todos cuando lo cuentan, lo hacen como si fuera algo muy divertido.
A lo mejor eran más pequeños y ellos no tenían que hacer nada de eso, solo divertirse.
Pero Tomás y Benita eran ya mayores y cuentan lo bien que lo pasaban.
Yo me imagino a pleno sol de agosto aventando la parva en la era; ¿a que suena bonito?; con el sudor y el polvillo que se metería por todo el cuerpo. De verdad, no entiendo como podía gustarles.
Cuando lo comenté con mis padres, me explicaron que la trilla era el final de los trabajos de verano. Como la recogida de la cosecha. Desde la antigüedad las personas han celebrado con bailes y comidas esos días en todo el mundo. Además el ambiente que se creaba era de mucha alegría y los mozos y las mozas tenían más ocasiones para estar todos juntos. De no ser en esa ocasión ellos y ellas estaban separados. Hasta en la escuela, donde la había.
De todos modos yo sigo sin comprender lo divertido de la trilla para los mayores. Entiendo que les divirtiera a los pequeños, porque los dejaban montar en los trillos para dar vueltas por la era.
Y aún así ¡Con este calorazo y a pleno sol!
Os preguntaréis qué sé yo de todas esas herramientas. Veréis. Pauli, la madre de Almoraima, tiene la casa que parece un museo. Está llena de cachivaches que se usaban antiguamente para las cosas del campo. Los tiene por todas partes, paredes, suelos. Hasta en el cuarto de baño. Y lo mejor es que, aunque ella es más joven y no los ha usado nunca, se sabe los nombres de todos y hasta para lo que servían.
Cuando oímos una palabra de esas, el nombre de una herramienta o de una tarea, le preguntamos a Manuel, el de Herminia, o a Tomás el de Benita. Luego vamos a ver si en casa de Almoraima hay algo de eso. Casi siempre lo hay.
No podéis imaginaros la cantidad de cosas sobre el campo que estamos aprendiendo.
Mamá dice que esto es una escuela viva
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