martes, 10 de septiembre de 2013

¡QUE ASCO!

                Ya da lo mismo. Después de oír a nuestros próceres hablar de la marca España mientras la envilecían con secretismos, apropiaciones indebidas, prevaricaciones de todo tipo, etc. La comunidad internacional, es un decir, rechaza por un sin fin de razones la celebración en Madrid de unas olimpiadas. 
         La verdad es que la muchedumbre que acudió a Buenos Aires resultaba chocante. Con el Sr. Borbón y su cónyuge presidiendo la representación. ¿Cómo iban a decir que sí? 
          ¿Se esperaba que la mendigada fiesta deportiva sacara al país de mal año? ¿Se quería cubrir con esa pompa la vergüenza de unos dineros disipados por unos y otros? ¿Acaso cubrir la evasión de cerebros, paralela aunque contraria a la de capitales?             No pasa nada. Si un juez implica a algún sujeto de relieve, se le desplaza, se le calumnia, con fotos y todo, o se le procesa. Se tapan los grandes escándalos de los partidos mayoritarios con ruido, ruido, ruido. Y luego se lleva el asunto a un tribunal más benévolo. ¡Que pena Valencia!
            O esos nombramientos, indultos y concesiones a delincuentes, asesinos y farsantes. 
             ¿Piensan esos fulleros que se podrán llevar al otro mundo lo robado? Porque también ellos se morirán algún día. ¿No les pesa la conciencia del mal hecho? ¿O creen que la confesión con un cura les libra de responsabilidades? 
              Alguien decía que si no hubiera Dios habría que inventarlo para meter un poco de miedo a los desaprensivos.
              Pues ya vemos. Ni por esas. Porque nos consta que una gran mayoría de esos defraudadores acuden con frecuencia a las iglesias. Los de España a la católica, por supuesto

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