Una veintena de personas se reunieron para estar juntos veintiséis años después de haberse separado. ¡Muy hermoso!
Fui su maestro de escuela y rebosaba de orgullo viéndoles, oyéndoles.
¡Qué altos! ¡Que maduros! ¡Que guapos!
Mis niñas, ahora madres, profesionales, hechas y derechas. Se me caía la baba al mirarlas. ¡Tan firmes, tan hermosas, tan responsables!
Mis chicos, padres, trabajadores, serios o alegres. ¡Qué impresión oír sus voces tan cambiadas, sus planes de futuro ya presente!
Doy por supuesto que todos sacamos nuestra mejor cara. ¿Cubrimos las miserias con un tupido velo? ¿Y qué? Era la fiesta del recuperar aquel tiempo. Y fuimos mejores que nunca.
¿Malo por qué? Queríamos traer al hoy el cariño de entonces.
¿Quien dice que los fuegos de artificio son de mentira?
Son y es bastante.Un esplendor repentino, la belleza de un instante.
No se si es mi sangre levantina, pero una buena cremá es para mí el espectáculo por antonomasia. TEMPUS FUGIT. Y por eso nada mejor que esas explosiones de luz para representar la vida.
Os aseguro que la del sábado fue una de las cremás más hermosas que he vivido nunca.
Pasó y permanece. Fue tan brillante para mí que todavía cierro los ojos y los veo a todos, a cada uno. Y en el silencio están sus voces de aquel tiempo superpuestas a las de ahora. Y las caras de los niños que eran tras las de las mujeres y los hombres que son.
No sé si volverá a repetirse, si la próxima vez estarán los cuarenta, si cada cual volverá un poco más feliz. Nadie podrá quitarme la vivencia de ese estallido de luces.
Se me llena el corazón, si ese músculo interno que palpita, de un eco de sonidos y de chispas.
¡Gracias muchachos por esa magna fiesta!


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