viernes, 15 de junio de 2012

Hoy ofrezco lectura

Una amiga me manda este artículo. Algo largo, pero interesante. Lo añado a continuación. Vale la pena leerlo, creo.
                              Contra los nacionalismos, incluso el europeo
La “crisis financiero-económico-político-ético-cultural” que padecemos los ciudadanos de este planeta “globalizado”, puede que no deje títere con cabeza, pero también es posible que traiga un nuevo sobre-salto civilizador encomiable, como ocurrió el siglo pasado que, tras cincuenta años de barbarie (nacionalismos - gran guerra - gran crisis - gran guerra), vinieron treinta años de sosiego civilizador y, luego, otros veinte de gestación eufórica de una nueva tragedia. En ella estamos, pero, a pesar de todo, estamos mejor que hace un siglo. Piénsese en las hambrunas superadas -sin olvidar las que quedan aún pendientes de superar- en los trabajos extenuantes e insalubres que ahora hacen las máquinas, en la ampliación del catálogo de enfermedades curables, en las nuevas facilidades de comunicación y transporte de personas y cosas, etc.

Sin pretender formular, apoyar o rebatir tesis historiográfica alguna, tal vez podría decirse algo parecido de muchos siglos pasados y pueda augurarse, fatalmente, para los por venir. Pero, también, se podría sacar provecho de la experiencia histórica reciente para ahorrarnos una parte, al menos, de la calamitosa primera etapa enunciada. Es decir, se podría tratar de evitar que la salida de la “crisis” se intentara por el camino del exacerbamiento de los nacionalismos: “sálvese el que pueda” + “el que más pueda, que más saque para su terruño”, debería estar claro, a estas alturas que, esto, sólo conduce a situaciones traumáticas en las que, hasta los que ganan, pierden.     

La Historia permite predecir y vislumbrar con optimismo que, tras la liquidación de forma más o menos traumática de la “crisis”, vendrá una etapa saludable de progreso civilizador para la Humanidad, mejorando sustancialmente la condiciones de vida de todos los humanos, pero también debería servir para precavernos acerca de lo que se debe evitar y orientarnos hacia lo que es deseable acelerar, a fin de acortar y minimizar los padecimientos: individuales y sociales, físicos y morales, pragmáticos y culturales... que la enunciada “crisis”, antes de ser superada, pudiera traer consigo.

Una de las alarmas que parece haberse encendido, ya, es la que nos habría de alertar del “calentamiento de los nacionalismos” en general, que en estas circunstancias se alimenta fácilmente del caldo de cultivo de la organización política del Planeta, parcelada en estados-nacionales y estructurada sobre democracias encapsuladas en formaciones estatales, generalmente bien definidas por razones históricas, idiomáticas, pragmáticas y culturales. Nada que, en principio, sea perverso “per se”, pero que encierra la posibilidad de exacerbar los espíritus y conducir a nuestros gobiernos nacionales hacia una espiral creciente de “políticas nacionalistas agresivo-defensivas” que, por otra parte, desgraciadamente, se nos presentarían como “lo más natural”, siendo, políticamente, las más “rentables a corto plazo” para cualquier gobernante.

Si algo dejó bien hilvanado y mal cosido el siglo XX fue, la ONU, el Banco Mundial y la Unión Europea. El prodigioso avance civilizador de la postguerra, con su ilusionado intento de construir el “estado de bienestar”, eliminación o reducción de fronteras, acuerdos de desarme, liberalización internacional del comercio, preocupaciones ecologistas, programas de erradicación del hambre y la miseria, desmontaje del colonialismo... y otras muchas cosas, tan civilizadoras, que ahora se empiezan a poner en cuestión bajo la mencionada consigna de “sálvese el que pueda”, postulada por un “liberalismo económico salvaje” y unos gobernantes obsesionados por su bisoño electoralismo cautivo del pensil patrio, con electores acongojados y siempre dispuestos a mover el péndulo, cambiando de gobierno, sin lograr mejores gobernantes.

Los “nacionalismos” [1] se están exacerbando, sí, y aún cuando se proponen generalmente, todavía, sólo, como mera “tabla de salvación” transitoria, pueden conducirnos, a todos: europeos, americanos, asiáticos, australianos y africanos, a una gran catástrofe, tras la cual -esta es mi tesis- es de esperar renazca, por necesidad, la luz civilizadora que propicie una organización político-administrativa universal democrática, relativamente eficiente. ¿No podríamos saltarnos, directamente, el calamitoso paso intermedio?... ¿Es necesario pasar antes por otro medio siglo de horror?

Habría de “sembrarse”, en la mente de las gentes, formando parte de los contenidos ideológicos de todos o algún partido político, un “internacionalismo” saludable, basado en la “racionalidad” y en la “necesidad”. No con proposiciones anti-nacionalistas susceptibles de ser entendidas como “devoradoras de las esencias patrias”, sino capaces de hacer sentir a los ciudadanos su ineludible pertenencia a una Humanidad tan interdependiente, desequilibrada, angustiada, peligrosa y desgobernada, como la que, a la sazón, puebla el Planeta.

Vista desde la perspectiva europea, la cuestión planteada se hace más crucial y acuciante, pues estamos asistiendo a un espectáculo de prefiguración de la ruptura de la Unión Europea -en el momento que los europeos más la necesitamos, el pueblo europeo, digo- que a diario nos ofrecen los políticos (“nacionalistas” todos por las razones antedichas, se presenten como se presenten), especulando con tal escenario de ruptura en cuanto les da ocasión cualquier quítame allá esas pajas. Unos lo hacen con más entusiasmo y otros con menos, ciertamente, pero todos asumen que la espada de Damocles sigue pendiente sobre el cuello de la incipiente Unión Europa, dando prioridad a los votos nacionales que puedan perder en su defensa.  

No se trata, como pretenden hacernos ver, que Europa aún no ha cuajado en el sentimiento de la ciudadanía europea, ni de que la idea de Europa esté más o menos madura, pues, aunque así fuera, Europa debería ser propuesta y defendida como la unidad política, social y económica, integrada, que necesitan los europeos. Estos, en mi opinión, aceptarían de buen grado una Europa así y, probablemente, la votarían mayoritariamente si algún político influyente, en cada Estado Miembro, tuviera la generosidad, honradez y grandeza de miras necesaria para proponerla abiertamente, como opción práctica, de facto, no para construir un nuevo “nacionalismo europeo”, sino para avanzar hacia una “gobernabilidad universal”, bajo poderes y principios democráticos de solidaridad universal. Europa unida, conjuntamente con EE.UU., tendrían así, todavía, la suficiente fuerza para proponer e imponer, democráticamente, un orden de gobernación global pacífica y solidaria, sesgada a favor de liquidar las lacerantes diferencias sociales y económicas existentes a nivel planetario.      

Lo mismo se podría decir del Euro, que si no se hubiera creado ya para facilitar la financiación de la reunificación alemana y la integración de los países del Este, tendría que crearse ahora para encarar la presente y futuras crisis, contando con una moneda suficientemente poderosa con la que hacerles frente... ¡A qué vienen, pues, las amenazas de derrumbe del Euro!

No importa que los europeos, aún, no vibren masivamente oyendo el Himno a la Alegría, ni todos se sientan orgullosos de pertenecer a la patria de Carlomagno identificada con los orígenes greco-latinos de su cultura. Eso ya llegará, si es que llega, mientras se avance hacia un orden universal comprometido, que trate de comprometer a la Humanidad entera con la paz, el alivio de las grandes desigualdades y tensiones, limitando la soberanía de los mercados, templando la rudeza de los ciclos económicos y las consecuencias de las catástrofes naturales inevitables. En suma, hacia una Humanidad más civilizada.

Jesús Cabrera
En Majadahonda, a 6 de junio de 2012                                      


[1] Entiéndase que hablo de “nacionalismo” en un sentido muy general, que antepone los intereses a corto plazo de cada nación-estado, a cualquier otro interés universal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario