jueves, 14 de diciembre de 2017

¿QUÉ SE LE VA A HACER?

13-12-2017  Todo preparado para empezar a publicar la semana que viene.
Ahora estoy sin WiFi y es imposible por teléfono.
Perdonad.
14-12 2017  Resulta que ha conseguido conectarme a través del teléfono. ¡Bien! Empiezo
Me sube la moral ser capaz de engancharme sin ayuda. Gracias hijos.
Escrito ayer:
Esta mañana he recibido el original de mi novela.
       Muy gentilmente el Comité de Lectura de Seix y Barral, me lo devolvía. Rechazado. Es correcto. 
          Después de seis meses de espera y tras la información del rechazo, correcto. Compruebo que el paquete no ha sido abierto. Está claro, no lo han leído. No me parece tan correcto. Tienen todo el derecho, pero, me parece que las cosas no se hacen así. 
          La secuencia: Yo mando una propuesta editorial, datos, ejemplos etc. 
                                   Me dicen que puedo mandarles un original. Condiciones. 
                                   Envío la novela, folios atados con una cinta en una caja.
                                   Pasados seis meses no teniendo noticias, las solicito.
                                   El mismo día dicen que está en proceso y que ha sido rechazado.
                                   Inmediatamente para asegurarme solicito la devolución.
                                   La envían en el día.
                                   Hoy llega el paquete,atado por mi. Ni lo han abierto.
           Afortunadamente tengo setenta y nueve años y puedo aguantar lo que me venga. Pero resulta molesto, poco serio.
         
  Sigo con mi publicación. ¿Tendréis aguante para leer este primera parte? Con vuestro permiso la publicaré en tres para que resulte más ligera.
            Es el primer libro. Habría de ir en la parte exterior izquierda del tríptico. Con el último, que iría en la parte exterior derecha del mismo, serían los restos mejor conservados de un viejo manuscrito.  
               "El viejo manuscrito habría podido hallarse en las ruinas del antiguo palacio Ïshlamyye en Antäl Caddessi sobre cuyas ruinas se estaría construyendo el Gran Hotel Izmirïya en pleno centro histórico del Estambul actual. Su estado, habida cuenta de los casi quinientos años y la mala conservación, no habría sido el más deseable. Sólo los primeros y los últimos pliegos del manuscrito estarían, no sin dificultad, legibles. Enunciados de capítulos y otros restos se habrían mantenido. Sobre esos restos se habría construido EXILIO. Al actualizar el lenguaje intentaría respetar el sentido y, en lo posible, los arcaísmos."
                      CAPÍTULO PRIMERO.-De como se hallaban mis padres en la ciudad de Jaén, de su procedencia y orígenes, así como de la importancia del pueblo de Israel en la historia y desarrollo de Sepharad.
Era mi padre, Nabá Bar Arám ben Hasday ibn Shaprut, único heredero de los Bar Arám, desde antiguo habitantes de la ciudad. Habían llegado sus antepasados a la Hispania Bética, Al Ándalus o Andalucía, cuando Roma era todavía señora de los mares, siendo Mario Ulpio Trajano  emperador.
En la provincia Bética no se encontraron solos. Muchos años atrás; dícese que con anterioridad a la Primera Diáspora, aunque otros aseguran que después de la destrucción del Primer Templo; un grupo de habitantes de Israel y Judea atravesó el Mediterráneo para instalarse en la Sephard de la que habló Abdías. ¿Acogieron los descendientes de estos a mis antepasados ayudándoles a situarse en las nuevas tierras?
Sea verdad o no la conseja, es bien cierto que su laboriosidad, tolerancia y capacidad de adaptación hicieron que pronto fueran reconocidos y bien vistos por los naturales del país.
Bajo el águila romana fueron estableciéndose y prosperando en el oriente de la provincia, siendo su residencia la ciudad de Cástulo. Allí desarrollaron sus actividades comerciales sirviendo de enlace entre las ciudades de la Bética y la Tarraconense con las de Mauretania y la Cesarensis, adquiriendo tierras hacia el oriente en las montañas de Saqura, no lejos de la fortaleza entonces conocida como Castrum Altum, cerca de las fuentes del río Betis, el Gran Río o Guadalquivir como acabó siendo llamado.
Siglos antes de que los visigodos se independizaran del poder de Roma y establecieran su reino en Toledo, mis antepasados habían ayudado en la administración de la provincia. Buenos conocedores de las leyes de Roma supieron hacerse un puesto honroso siendo a menudo consultados por los pretores.
No demasiado estrictos en los mandatos rabínicos, sin que renunciaran en ningún momento a su religión, supieron mantener una posición equilibrada tal que nunca fueron expuestos a vejación por su condición. Si sacrificaron en algún momento a los dioses de Roma, bajo presión y para evitar sanciones, no ha quedado constancia en las muchas crónicas que dentro de la familia se conservaron.
Lo cierto es que, habiéndose extendido el pueblo de Israel desde Gades hasta Cartago Nova, uno de mis antecesores llevó su casa cerca de donde tenía tierras y alquerías de su propiedad, la ciudad de Aurgi Flavia, conocida más tarde como la Daquen musulmana y la Jaén cristiana. Desde allí contemplaron los Bar Arám la lenta agonía del Imperio de Roma al tiempo que se fortalecía el poder de la Iglesia del llamado Cristo, a decir de muchos una variantede la herejía caraíta.
Cuando los visigodos con el beneplácito del Emperador Honorio, se establecieron en Tolosa y más tarde en Toledo separándose de Roma, rompiendo los lazos con la Urbe, los míos tenían una larga historia en la zona y eran conocidos en toda la Bética. Nuestra ciudad, ya muy desarrollada, sufrió de lejos la lucha entre los visigodos de Sigerico y los vándalos de Ermerico, que acabaría con la victoria de aquel.
Los nuevos señores de Hispania se extendieron hasta el sur, unas veces con el apoyo y otras con la enemistad de sus habitantes. Sólo el poder y la fuerza traían con ellos. Pero la administración romana había dejado fuertes huellas y poco a poco las costumbres, la lengua, incluso la religión de los invasores fue semejante a la de los dominados. Aquellos aceptaron la continuidad de las instituciones romanas y prolongaron lo ya establecido.
El Pueblo de Yahvé había mantenido sus costumbres sin intentar imponerlas al resto de las gentes y eso les había permitido medrar con su trabajo. La casa de Bar Arám habíase desenvuelto en justicia. Bien considerada entre los señores, los artesanos y los siervos les guardaban el respeto debido.
Hábiles en la administración de las tierras, fiables como fedatarios, honestos con sus vecinos y respondiendo sin usura a las necesidades de unos y otros, eran tenidos en cuenta en las empresas de los poderosos y ante las necesidades de los menos afortunados.
Ni siquiera la temporal ocupación bizantina los desplazó de su bien ganada posición. El Imperio de Justiniano permitió al pueblo judío mantener un florecimiento si no brillante al menos  estable, más dedicado al comercio y los oficios artesanales que a las actividades monetarias. Mas Bizancio abría a los míos nuevas rutas que habrían de ser útiles en siglos posteriores.
Cuando Leovigildo conquistó la Bética para Toledo, expulsando definitivamente a los griegos, fueron mis antepasados quienes mantuvieron el comercio en toda la zona, no sólo dentro del reino sino más allá. Haciendo llegar entre otros muchos comercios el aceite bético a Marsilia en la Galia y el trigo lusitano al norte de África.
Mientras Leovigildo tuvo la corona, los judíos fueron respetados. Incluso llamados a Córdoba y Toledo para dar consejo en situaciones de trascendencia. Ello no les hinchó de orgullo. Continuaron su vida en el cultivo de la austeridad y la mansedumbre.
Sus buenas costumbres y el apego que tenían a estas tierras, les hizo invertir sus bienes en la compra de alquerías. Nunca tantas que no pudieran administrarlas directamente. Durante los años que permanecieron en su poder se ocuparon de  su mantenimiento y ornato así como de la vida y necesidades de sus siervos y criados.
Mucho cambiaron las cosas cuando, tras la muerte del rey, le sucedió su hijo Recaredo. Éste, deseando atraerse a los señores que habían apoyado la rebeldía de su hermano Hermenegildo contra su padre, proclamó la fidelidad a la Iglesia de Roma abjurando de su pasado arriano.
Hasta entonces los judíos habían sido tratados como ciudadanos, recibiendo en algunos casos donaciones reales por servicios prestados. El tercer Concilio de Toledo, consagrando la unión entre el gobierno de Recaredo y la Iglesia de Roma,  abriría un tiempo de tribulación. Vinculando la fe en la Iglesia  con la debida al rey se daba un golpe mortal a nuestro pueblo. Al quedar fuera de aquella, eran excluidos de ésta. Ya no eran súbditos fieles, ni podían serlo.
 Al principio las prohibiciones fueron de menor importancia. No circuncidar a los esclavos cristianos, ciertos impuestos. Pronto, al llegar al trono Sisebuto, se obligó a nuestro pueblo a la liberación de los siervos bautizados, obligando a la emancipación inmediata, sin ningún tipo de compensación.
Carentes de esclavos para el cultivo de la tierra, hubieron de deshacerse de las propiedades a las que no podían sacar rendimiento. Mantuvieron solamente aquellas que en régimen de aparcería érales dado sostener.
 Igualmente mandó el rey confiscar las donaciones hechas anteriormente, prohibió los matrimonios mixtos y condenó a muerte a los que hubieran convertido algún cristiano a la Sinagoga. Todas estas condenas, aún cuando no se hicieron efectivas en el momento por el desorden que reinaba en la corte de Toledo, guardaban en su interior un veneno que habría de hacer mucho daño a los siervos de Yahvé. Con el fin del dominio bizantino en la Bética y la Cartaginense, el reino de Toledo entraba en su máximo esplendor de la mano de la Iglesia Romana
La única voz cristiana que se alzaría contra esas injusticias fue la de Isidoro de Sevilla, hombre muy considerado en Toledo, pero cuyo poder efectivo era nulo. De este obispo se utilizaron solamente, siempre en etapas posteriores, las palabras condenatorias para el pueblo de Israel y no sus consejos de moderación. Como siempre los poderosos usaban a la Iglesia cuando estaba al servicio de sus intereses, mientras ésta aprovechaba su vinculación con el poder para aplastar a quienes no aceptaran sus heréticos planteamientos.
No contento con todas las prohibiciones y castigos, Sisebuto impondría por último la obligación de convertirse a la religión de Roma a quienes quisieran continuar residiendo en su reino.
Si algunos, llevados por la corriente imperante abandonaron la fe de sus mayores, nuestra familia se mantuvo fiel. Acostumbrados a la modestia y al servicio de la comunidad, evitaron la expulsión refugiándose en la heredad que desde tiempos remotos poseían en el alfoz de Saqura, la alquería del Valle de las Aguas, que acabaría llamándose Al Huata, La Hueta en el decir de sus habitantes.
El auxilio de algunos señores de Sevilla y Córdoba, cuya lucidez les llevó a apoyar la causa de nuestro pueblo, hizo que la orden de expulsión o bautismo fuera diluyéndose hasta quedar en suspenso. Con todo, pese a los eminentes servicios que habían prestado y seguían prestando, la fuerza de la Iglesia y su odio hacia nuestro pueblo movía a los legisladores en el establecimiento de presiones cada vez más fuertes. Las confiscaciones de tierras junto a los onerosos impuestos hacían a muchos convertirse o desterrarse.
Los Bar Arám, en parte por sus hábitos poco dados a la ostentación y en parte por las muchas contribuciones y dependencias habidas hacia los principales de su ciudad, pudieron mantenerse sin brillo, pero con suficiencia.
Fueron muchos años de oscuridad para los nuestros. Con todo, Sepharad seguía siendo la tierra que mana leche y miel, horros como estaban de una patria propia. El buen hacer, en mayor parte, y la necesidad que de sus industrias habían los gentiles, les permitió mantenerse dentro de una tolerada mediocridad.
 Los míos vivieron etapas ora en Jaén, cuando los intereses de los clérigos veían precisa la industria y el conocimiento de los judíos, ora en la vieja alquería, cuando la furia de los gobernadores azuzada por los predicadores cristianos, aconsejaba el alejamiento.
Pero el sometimiento a la Iglesia no pudo impedir el desgobierno. Antes bien, la corrupción, el despotismo y el lujo de reyes, cortesanos, obispos y clérigos provocaba las revueltas. El pueblo todo clamaba por un cambio que redujera el sometimiento al derroche y la tiranía de Toledo. Incluso los nobles descendientes de los funcionarios romanos procuraban una fuerte resistencia a las órdenes de los reyes, sumisos éstos a los obispos y a las exigencias de Roma, ahora gobernada por los intereses cambiantes de los cristianos.
Desde los orígenes de su blasfema desviación, pues tal es del judaísmo la religión del Cristo, habían intentado diferenciarse, de modo que no hubiera confusión entre lo que creían unos y otros.
Siendo en principio la única afirmación que les separaba la ya sucedida o aún esperada venida del Mesías, fueron acumulando ideas dogmáticas, hábitos y ritos diferenciadores de modo que, al cabo de unos siglos, judaísmo y cristianismo estaban muy alejadas en cuanto a la fe de sus creyentes. A partir de Agustín y Jerónimo, a los que consideraban con acierto Padres de la Iglesia, comenzaron a acumular acusaciones y argumentos descalificatorios contra los nuestros, el principal de los cuales iba a ser el de deicidas, al hacer del Cristo su Dios y de los judíos los responsables de su muerte. Como la espera del Mesías carecía de sentido si éste ya había venido, todo su empeño estaba en destruir a aquellos que todavía esperaban el restablecimiento del Erez Israel que los profetas habían prometido a la llegada del verdadero.
Por otro lado los judíos deseaban establecer un cuerpo de doctrina completo y no limitarlo a la Torah que seguía siendo La Ley. Consideraron precisa la recogida de toda la tradición judía, la unificación de costumbres, y la puesta en común de los comentarios debidos a los grandes rabinos, gaones y sabios desde hacía siglos. Se establecía así el Talmud. Gracias a éste, toda la sabiduría del mundo judío quedaba recogida y era comunicable entre las distintas sinagogas. Sólo uno era el gran deseo que se demandaba a los magnates de los distintos reinos: Permitir el desarrollo de nuestro pueblo en espera de los tiempos mesiánicos.
Y el reino de Toledo, no sin aprovecharse de los conocimientos y habilidades de nuestro pueblo, por conseguir el apoyo de la Iglesia había atropellado, perseguido y muerto a muchos de los mejores.
No es de extrañar que junto a los descontentos; por la mala administración, la disipación de costumbres y el sometimiento del reino a los clérigos; algunos judíos propiciaran la caída del último de los reyes godos, el débil, corrupto y poco eficiente Rodrigo.
Desde el otro lado de las Columnas de Hércules, en el norte de África, los mauritanos, convertidos al Islám y dirigidos por un caudillo árabe, pasaron a las tierras de Hispania llevando como blasón la media luna del Profeta. Dícese que entre las tropas de Tarik había mesnadas de judíos, antiguos exiliados, deseosos de recuperar lo que, siendo suyo, les había sido arrebatado. Fuera o no cierto, ninguna noticia me ha llegado en relación con nuestra familia.
Ayudados los nuevos señores por el descontento de la mayoría, así como por la promesa de mayores libertades y menores impuestos, pronto tomaron en nombre de Mohamed todo lo que hasta entonces había estado sometido a Toledo. Las gentes del Islám ocuparon, sin apenas lucha, la Hispania entera, desde la Bética a Cantabria, desde Lusitania a la Tarraconense. La mayor parte de las veces mediante pactos con los señores o los Consejos de las ciudades si los había, pocas en verdad por la fuerza de las armas.
Mis antepasados rindieron pleitesía a los nuevos gobernantes, como lo habían hecho durante siglos con los correspondientes, ya romanos, ya griegos, ya visigodos. Dina de Maljuta Dina. La ley del reino es la ley. Así fue siempre para los míos.
Los nuevos conquistadores precisaban hombres hábiles que, por un lado, conocieran las dos lenguas pudiendo servir de intérpretes y, por otro, estuvieran bien situados en las ciudades de las que se adueñaban para establecer un buen entramado de relaciones que evitaran el estallido de conflictos. El pueblo judío cumplía ambas condiciones. Además, por sus tratos comerciales con las ciudades del Mediterráneo  podían mantener un comercio vivo. Traían de lejos los productos que se precisaban, al tiempo que facilitaban la venta de los excedentes producidos en las tierras ahora conquistadas.
No había entre los gobernantes musulmanes la enemiga que movía a los cristianos en perseguirnos y excluirnos de la vida pública. Antes bien, no sólo eran considerados por el Islám como buenos comerciantes y administradores, sino reconocidas nuestras creencias como claro antecedente de las suyas propias. Se restauraron las sinagogas donde habían sido cerradas y el Pueblo de Israel tuvo el respeto que su esfuerzo merecía.
Fue una larga época de prosperidad y seguridad. Durante más de cuatro siglos los Bar Arám desenvolvieron una fina urdimbre de relaciones con las comunidades judías de todo el mundo conocido.
A través de sus contactos con Venecia, Alejandría, Bizancio y Génova, mercaderes vinculados a la familia traían las sedas, las especias, las gemas talladas para el lujo de los poderosos y también el trigo cuando escaseaba, el hierro trabajado, las semillas renovadas.
Al Ándalus era un rincón de paz apenas alterado por las luchas allá en el norte contra pequeños grupos rebeldes.
Así fueron pasando los siglos, no siempre tranquilos. Las luchas intestinas entre las distintas facciones dieron el triunfo a los Omeyas que instauraron lo que primero sería un emirato independiente del poder de Damasco y más tarde, con Abd al Rahman el Grande, el Califato.
Aquella estabilidad y, sobre todo la fuerza y el apoyo de las gentes, traería un desarrollo extraordinario; del comercio, de las industrias y de las artes; especialmente a las tierras del sur.
Los reinos cristianos que se iban formando al norte rendían vasallaje a los nuevos señores, tal era su poder. León, Navarra, Castilla, Barcino, se inclinaban ante ellos y pagaban las parias convenidas.
Así fue mientras la península dependía de Damasco y así continuó cuando el otro Omeya se liberó de ese yugo. Abderramán, el tercero de este nombre, se declaró Califa de Occidente rompiendo las ataduras con el otro lado del mundo. Nuestro pueblo vio cumplidas sus esperanzas.  El nuevo soberano buscó en los judíos colaboración para su gran obra. 
                                                           CONTINUARÁ
P.S. Cuando termine la novela, intenté abrir el blog. Escribí esto:
Regreso.Meses sin acceder. Pido perdón a mis lectores, si todavía queda alguno.
Por unas causas o por otras, entre las que figura la falta de conexión. También que he intentado terminar, y lo he conseguido, mi novela de larga duración. Han sido más de quince años hasta conseguir acabarla. Y aún faltan las últimas revisiones, las correcciones, los perfilados.
Y ahí está. Gracias a todos los que han colaborado de un modo u otro. No sé si hubiera conseguido escribirla sin Sara, Bernardo, José Luis, Fani y Marta. Cito en orden de intervención.En todo caso sería otra novela. Gracias
No me funcionaba el Wifi. Ahora vuelve a pasar lo mismo, tendré que esperar a la semana que viene, ponen fibra optica, para publicar. Lo siento.
         ¿Ha salido?

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