Ahora estoy sin WiFi y es imposible por teléfono.
Perdonad.
14-12 2017 Resulta que ha conseguido conectarme a través del teléfono. ¡Bien! Empiezo
Me sube la moral ser capaz de engancharme sin ayuda. Gracias hijos.
Escrito ayer:
Esta mañana he recibido el original de mi novela.Muy gentilmente el Comité de Lectura de Seix y Barral, me lo devolvía. Rechazado. Es correcto.
Después de seis meses de espera y tras la información del rechazo, correcto. Compruebo que el paquete no ha sido abierto. Está claro, no lo han leído. No me parece tan correcto. Tienen todo el derecho, pero, me parece que las cosas no se hacen así.
La secuencia: Yo mando una propuesta editorial, datos, ejemplos etc.
Me dicen que puedo mandarles un original. Condiciones.
Envío la novela, folios atados con una cinta en una caja.
Pasados seis meses no teniendo noticias, las solicito.
El mismo día dicen que está en proceso y que ha sido rechazado.
Inmediatamente para asegurarme solicito la devolución.
La envían en el día.
Hoy llega el paquete,atado por mi. Ni lo han abierto.
Afortunadamente tengo setenta y nueve años y puedo aguantar lo que me venga. Pero resulta molesto, poco serio.
Sigo con mi publicación. ¿Tendréis aguante para leer este primera parte? Con vuestro permiso la publicaré en tres para que resulte más ligera.
Es el primer libro. Habría de ir en la parte exterior izquierda del tríptico. Con el último, que iría en la parte exterior derecha del mismo, serían los restos mejor conservados de un viejo manuscrito.
"El viejo manuscrito habría podido hallarse en las ruinas del antiguo palacio Ïshlamyye en Antäl Caddessi sobre cuyas ruinas se estaría construyendo el Gran Hotel Izmirïya en pleno centro histórico del Estambul actual. Su estado, habida cuenta de los casi quinientos años y la mala conservación, no habría sido el más deseable. Sólo los primeros y los últimos pliegos del manuscrito estarían, no sin dificultad, legibles. Enunciados de capítulos y otros restos se habrían mantenido. Sobre esos restos se habría construido EXILIO. Al actualizar el lenguaje intentaría respetar el sentido y, en lo posible, los arcaísmos."
Era mi padre,
Nabá Bar Arám ben Hasday ibn Shaprut, único heredero de los Bar Arám, desde
antiguo habitantes de la ciudad. Habían llegado sus antepasados a la Hispania
Bética, Al Ándalus o Andalucía, cuando Roma era todavía señora de los mares,
siendo Mario Ulpio Trajano emperador.
En la provincia
Bética no se encontraron solos. Muchos años atrás; dícese que con anterioridad
a la Primera Diáspora, aunque otros aseguran que después de la destrucción del
Primer Templo; un grupo de habitantes de Israel y Judea atravesó el
Mediterráneo para instalarse en la Sephard de la que habló Abdías. ¿Acogieron
los descendientes de estos a mis antepasados ayudándoles a situarse en las
nuevas tierras?
Sea verdad o no
la conseja, es bien cierto que su laboriosidad, tolerancia y capacidad de
adaptación hicieron que pronto fueran reconocidos y bien vistos por los
naturales del país.
Bajo el águila
romana fueron estableciéndose y prosperando en el oriente de la provincia,
siendo su residencia la ciudad de Cástulo. Allí desarrollaron sus actividades
comerciales sirviendo de enlace entre las ciudades de la Bética y la
Tarraconense con las de Mauretania y la Cesarensis, adquiriendo tierras hacia
el oriente en las montañas de Saqura, no lejos de la fortaleza entonces
conocida como Castrum Altum, cerca de las fuentes del río Betis, el Gran Río o
Guadalquivir como acabó siendo llamado.
Siglos antes de
que los visigodos se independizaran del poder de Roma y establecieran su reino
en Toledo, mis antepasados habían ayudado en la administración de la provincia.
Buenos conocedores de las leyes de Roma supieron hacerse un puesto honroso
siendo a menudo consultados por los pretores.
No demasiado
estrictos en los mandatos rabínicos, sin que renunciaran en ningún momento a su
religión, supieron mantener una posición equilibrada tal que nunca fueron
expuestos a vejación por su condición. Si sacrificaron en algún momento a los
dioses de Roma, bajo presión y para evitar sanciones, no ha quedado constancia
en las muchas crónicas que dentro de la familia se conservaron.
Lo cierto es que,
habiéndose extendido el pueblo de Israel desde Gades hasta Cartago Nova, uno de
mis antecesores llevó su casa cerca de donde tenía tierras y alquerías de su
propiedad, la ciudad de Aurgi Flavia, conocida más tarde como la Daquen
musulmana y la Jaén cristiana. Desde allí contemplaron los Bar Arám la lenta
agonía del Imperio de Roma al tiempo que se fortalecía el poder de la Iglesia
del llamado Cristo, a decir de muchos una variantede la herejía caraíta.
Cuando los
visigodos con el beneplácito del Emperador Honorio, se establecieron en Tolosa
y más tarde en Toledo separándose de Roma, rompiendo los lazos con la Urbe, los
míos tenían una larga historia en la zona y eran conocidos en toda la Bética. Nuestra
ciudad, ya muy desarrollada, sufrió de lejos la lucha entre los visigodos de
Sigerico y los vándalos de Ermerico, que acabaría con la victoria de aquel.
Los nuevos
señores de Hispania se extendieron hasta el sur, unas veces con el apoyo y
otras con la enemistad de sus habitantes. Sólo el poder y la fuerza traían con
ellos. Pero la administración romana había dejado fuertes huellas y poco a poco
las costumbres, la lengua, incluso la religión de los invasores fue semejante a
la de los dominados. Aquellos aceptaron la continuidad de las instituciones
romanas y prolongaron lo ya establecido.
El Pueblo de
Yahvé había mantenido sus costumbres sin intentar imponerlas al resto de las
gentes y eso les había permitido medrar con su trabajo. La casa de Bar Arám
habíase desenvuelto en justicia. Bien considerada entre los señores, los
artesanos y los siervos les guardaban el respeto debido.
Hábiles en la
administración de las tierras, fiables como fedatarios, honestos con sus
vecinos y respondiendo sin usura a las necesidades de unos y otros, eran
tenidos en cuenta en las empresas de los poderosos y ante las necesidades de
los menos afortunados.
Ni siquiera la
temporal ocupación bizantina los desplazó de su bien ganada posición. El
Imperio de Justiniano permitió al pueblo judío mantener un florecimiento si no
brillante al menos estable, más dedicado
al comercio y los oficios artesanales que a las actividades monetarias. Mas
Bizancio abría a los míos nuevas rutas que habrían de ser útiles en siglos
posteriores.
Cuando Leovigildo
conquistó la Bética para Toledo, expulsando definitivamente a los griegos,
fueron mis antepasados quienes mantuvieron el comercio en toda la zona, no sólo
dentro del reino sino más allá. Haciendo llegar entre otros muchos comercios el
aceite bético a Marsilia en la Galia y el trigo lusitano al norte de África.
Mientras
Leovigildo tuvo la corona, los judíos fueron respetados. Incluso llamados a
Córdoba y Toledo para dar consejo en situaciones de trascendencia. Ello no les hinchó
de orgullo. Continuaron su vida en el cultivo de la austeridad y la
mansedumbre.
Sus buenas
costumbres y el apego que tenían a estas tierras, les hizo invertir sus bienes
en la compra de alquerías. Nunca tantas que no pudieran administrarlas
directamente. Durante los años que permanecieron en su poder se ocuparon
de su mantenimiento y ornato así como de
la vida y necesidades de sus siervos y criados.
Mucho cambiaron
las cosas cuando, tras la muerte del rey, le sucedió su hijo Recaredo. Éste,
deseando atraerse a los señores que habían apoyado la rebeldía de su hermano Hermenegildo
contra su padre, proclamó la fidelidad a la Iglesia de Roma abjurando de su
pasado arriano.
Hasta entonces
los judíos habían sido tratados como ciudadanos, recibiendo en algunos casos
donaciones reales por servicios prestados. El tercer Concilio de Toledo,
consagrando la unión entre el gobierno de Recaredo y la Iglesia de Roma, abriría un tiempo de tribulación. Vinculando
la fe en la Iglesia con la debida al rey
se daba un golpe mortal a nuestro pueblo. Al quedar fuera de aquella, eran
excluidos de ésta. Ya no eran súbditos fieles, ni podían serlo.
Al principio las prohibiciones fueron de menor
importancia. No circuncidar a los esclavos cristianos, ciertos impuestos.
Pronto, al llegar al trono Sisebuto, se obligó a nuestro pueblo a la liberación
de los siervos bautizados, obligando a la emancipación inmediata, sin ningún
tipo de compensación.
Carentes de
esclavos para el cultivo de la tierra, hubieron de deshacerse de las
propiedades a las que no podían sacar rendimiento. Mantuvieron solamente
aquellas que en régimen de aparcería érales dado sostener.
Igualmente mandó el rey confiscar las
donaciones hechas anteriormente, prohibió los matrimonios mixtos y condenó a
muerte a los que hubieran convertido algún cristiano a la Sinagoga. Todas estas
condenas, aún cuando no se hicieron efectivas en el momento por el desorden que
reinaba en la corte de Toledo, guardaban en su interior un veneno que habría de
hacer mucho daño a los siervos de Yahvé. Con el fin del dominio bizantino en la
Bética y la Cartaginense, el reino de Toledo entraba en su máximo esplendor de
la mano de la Iglesia Romana
La única voz
cristiana que se alzaría contra esas injusticias fue la de Isidoro de Sevilla,
hombre muy considerado en Toledo, pero cuyo poder efectivo era nulo. De este
obispo se utilizaron solamente, siempre en etapas posteriores, las palabras
condenatorias para el pueblo de Israel y no sus consejos de moderación. Como
siempre los poderosos usaban a la Iglesia cuando estaba al servicio de sus
intereses, mientras ésta aprovechaba su vinculación con el poder para aplastar
a quienes no aceptaran sus heréticos planteamientos.
No contento con
todas las prohibiciones y castigos, Sisebuto impondría por último la obligación
de convertirse a la religión de Roma a quienes quisieran continuar residiendo
en su reino.
Si algunos,
llevados por la corriente imperante abandonaron la fe de sus mayores, nuestra
familia se mantuvo fiel. Acostumbrados a la modestia y al servicio de la
comunidad, evitaron la expulsión refugiándose en la heredad que desde tiempos
remotos poseían en el alfoz de Saqura, la alquería del Valle de las Aguas, que
acabaría llamándose Al Huata, La Hueta en el decir de sus habitantes.
El auxilio de
algunos señores de Sevilla y Córdoba, cuya lucidez les llevó a apoyar la causa
de nuestro pueblo, hizo que la orden de expulsión o bautismo fuera diluyéndose
hasta quedar en suspenso. Con todo, pese a los eminentes servicios que habían
prestado y seguían prestando, la fuerza de la Iglesia y su odio hacia nuestro
pueblo movía a los legisladores en el establecimiento de presiones cada vez más
fuertes. Las confiscaciones de tierras junto a los onerosos impuestos hacían a
muchos convertirse o desterrarse.
Los Bar Arám, en
parte por sus hábitos poco dados a la ostentación y en parte por las muchas
contribuciones y dependencias habidas hacia los principales de su ciudad,
pudieron mantenerse sin brillo, pero con suficiencia.
Fueron muchos
años de oscuridad para los nuestros. Con todo, Sepharad seguía siendo la tierra
que mana leche y miel, horros como estaban de una patria propia. El buen hacer,
en mayor parte, y la necesidad que de sus industrias habían los gentiles, les
permitió mantenerse dentro de una tolerada mediocridad.
Los míos vivieron etapas ora en Jaén, cuando
los intereses de los clérigos veían precisa la industria y el conocimiento de
los judíos, ora en la vieja alquería, cuando la furia de los gobernadores
azuzada por los predicadores cristianos, aconsejaba el alejamiento.
Pero el
sometimiento a la Iglesia no pudo impedir el desgobierno. Antes bien, la
corrupción, el despotismo y el lujo de reyes, cortesanos, obispos y clérigos
provocaba las revueltas. El pueblo todo clamaba por un cambio que redujera el
sometimiento al derroche y la tiranía de Toledo. Incluso los nobles
descendientes de los funcionarios romanos procuraban una fuerte resistencia a
las órdenes de los reyes, sumisos éstos a los obispos y a las exigencias de
Roma, ahora gobernada por los intereses cambiantes de los cristianos.
Desde los
orígenes de su blasfema desviación, pues tal es del judaísmo la religión del
Cristo, habían intentado diferenciarse, de modo que no hubiera confusión entre
lo que creían unos y otros.
Siendo en
principio la única afirmación que les separaba la ya sucedida o aún esperada
venida del Mesías, fueron acumulando ideas dogmáticas, hábitos y ritos
diferenciadores de modo que, al cabo de unos siglos, judaísmo y cristianismo
estaban muy alejadas en cuanto a la fe de sus creyentes. A partir de Agustín y
Jerónimo, a los que consideraban con acierto Padres de la Iglesia, comenzaron a
acumular acusaciones y argumentos descalificatorios contra los nuestros, el
principal de los cuales iba a ser el de deicidas, al hacer del Cristo su Dios y
de los judíos los responsables de su muerte. Como la espera del Mesías carecía
de sentido si éste ya había venido, todo su empeño estaba en destruir a
aquellos que todavía esperaban el restablecimiento del Erez Israel que los
profetas habían prometido a la llegada del verdadero.
Por otro lado los
judíos deseaban establecer un cuerpo de doctrina completo y no limitarlo a la
Torah que seguía siendo La Ley. Consideraron precisa la recogida de toda la
tradición judía, la unificación de costumbres, y la puesta en común de los
comentarios debidos a los grandes rabinos, gaones y sabios desde hacía siglos.
Se establecía así el Talmud. Gracias a éste, toda la sabiduría del mundo judío
quedaba recogida y era comunicable entre las distintas sinagogas. Sólo uno era
el gran deseo que se demandaba a los magnates de los distintos reinos: Permitir
el desarrollo de nuestro pueblo en espera de los tiempos mesiánicos.
Y el reino de
Toledo, no sin aprovecharse de los conocimientos y habilidades de nuestro
pueblo, por conseguir el apoyo de la Iglesia había atropellado, perseguido y
muerto a muchos de los mejores.
No es de extrañar
que junto a los descontentos; por la mala administración, la disipación de
costumbres y el sometimiento del reino a los clérigos; algunos judíos
propiciaran la caída del último de los reyes godos, el débil, corrupto y poco
eficiente Rodrigo.
Desde el otro
lado de las Columnas de Hércules, en el norte de África, los mauritanos,
convertidos al Islám y dirigidos por un caudillo árabe, pasaron a las tierras
de Hispania llevando como blasón la media luna del Profeta. Dícese que entre
las tropas de Tarik había mesnadas de judíos, antiguos exiliados, deseosos de
recuperar lo que, siendo suyo, les había sido arrebatado. Fuera o no cierto,
ninguna noticia me ha llegado en relación con nuestra familia.
Ayudados los
nuevos señores por el descontento de la mayoría, así como por la promesa de
mayores libertades y menores impuestos, pronto tomaron en nombre de Mohamed
todo lo que hasta entonces había estado sometido a Toledo. Las gentes del Islám
ocuparon, sin apenas lucha, la Hispania entera, desde la Bética a Cantabria,
desde Lusitania a la Tarraconense. La mayor parte de las veces mediante pactos
con los señores o los Consejos de las ciudades si los había, pocas en verdad
por la fuerza de las armas.
Mis antepasados
rindieron pleitesía a los nuevos gobernantes, como lo habían hecho durante
siglos con los correspondientes, ya romanos, ya griegos, ya visigodos. Dina de
Maljuta Dina. La ley del reino es la ley. Así fue siempre para los míos.
Los nuevos
conquistadores precisaban hombres hábiles que, por un lado, conocieran las dos
lenguas pudiendo servir de intérpretes y, por otro, estuvieran bien situados en
las ciudades de las que se adueñaban para establecer un buen entramado de
relaciones que evitaran el estallido de conflictos. El pueblo judío cumplía
ambas condiciones. Además, por sus tratos comerciales con las ciudades del
Mediterráneo podían mantener un comercio
vivo. Traían de lejos los productos que se precisaban, al tiempo que
facilitaban la venta de los excedentes producidos en las tierras ahora
conquistadas.
No había entre
los gobernantes musulmanes la enemiga que movía a los cristianos en perseguirnos
y excluirnos de la vida pública. Antes bien, no sólo eran considerados por el
Islám como buenos comerciantes y administradores, sino reconocidas nuestras
creencias como claro antecedente de las suyas propias. Se restauraron las
sinagogas donde habían sido cerradas y el Pueblo de Israel tuvo el respeto que
su esfuerzo merecía.
Fue una larga
época de prosperidad y seguridad. Durante más de cuatro siglos los Bar Arám
desenvolvieron una fina urdimbre de relaciones con las comunidades judías de
todo el mundo conocido.
A través de sus
contactos con Venecia, Alejandría, Bizancio y Génova, mercaderes vinculados a
la familia traían las sedas, las especias, las gemas talladas para el lujo de
los poderosos y también el trigo cuando escaseaba, el hierro trabajado, las
semillas renovadas.
Al Ándalus era un
rincón de paz apenas alterado por las luchas allá en el norte contra pequeños
grupos rebeldes.
Así fueron
pasando los siglos, no siempre tranquilos. Las luchas intestinas entre las
distintas facciones dieron el triunfo a los Omeyas que instauraron lo que
primero sería un emirato independiente del poder de Damasco y más tarde, con
Abd al Rahman el Grande, el Califato.
Aquella
estabilidad y, sobre todo la fuerza y el apoyo de las gentes, traería un
desarrollo extraordinario; del comercio, de las industrias y de las artes;
especialmente a las tierras del sur.
Los reinos
cristianos que se iban formando al norte rendían vasallaje a los nuevos
señores, tal era su poder. León, Navarra, Castilla, Barcino, se inclinaban ante
ellos y pagaban las parias convenidas.
Así fue mientras
la península dependía de Damasco y así continuó cuando el otro Omeya se liberó
de ese yugo. Abderramán, el tercero de este nombre, se declaró Califa de
Occidente rompiendo las ataduras con el otro lado del mundo. Nuestro pueblo vio
cumplidas sus esperanzas. El nuevo
soberano buscó en los judíos colaboración para su gran obra.
CONTINUARÁ
P.S. Cuando termine la novela, intenté abrir el blog. Escribí esto:
No me funcionaba el Wifi. Ahora vuelve a pasar lo mismo, tendré que esperar a la semana que viene, ponen fibra optica, para publicar. Lo siento.
¿Ha salido?
P.S. Cuando termine la novela, intenté abrir el blog. Escribí esto:
Regreso.Meses sin acceder. Pido perdón a mis lectores, si todavía queda alguno.
Por unas causas o por otras, entre las que figura la falta de conexión. También que he intentado terminar, y lo he conseguido, mi novela de larga duración. Han sido más de quince años hasta conseguir acabarla. Y aún faltan las últimas revisiones, las correcciones, los perfilados.
Y ahí está. Gracias a todos los que han colaborado de un modo u otro. No sé si hubiera conseguido escribirla sin Sara, Bernardo, José Luis, Fani y Marta. Cito en orden de intervención.En todo caso sería otra novela. GraciasNo me funcionaba el Wifi. Ahora vuelve a pasar lo mismo, tendré que esperar a la semana que viene, ponen fibra optica, para publicar. Lo siento.
¿Ha salido?
Me gustaría saber si lo he conseguido. Me vale un wasap.
ResponderEliminarSi te atreves a autopublicarla, yo te ayudo, Luis ;)
ResponderEliminar